Hoy estaba tomando el sol en la Rambla de Catalunya. Frente a mí, en una de
las mesas que han instalado, bajo un parasol, una familia de guiris miraban en
silencio la gente pasar. Una pareja y una chica de unos dieciocho, veinte
años. Ella llevaba unos pantalones negros, de pernera ancha y unas sandalias.

El reflejo del sol sobre las páginas que estaba leyendo me hacían desviar los
ojos hacia la penumbra, buscando un resguardo. Ella tenía las piernas
cruzadas, la izquierda sobre la derecha. Y no he podido dejar de fijarme en la
suave línea que forma la pierna con el empeine, doblándose ligeramente hacia
arriba en los dedo del pie.

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